Heridas abiertas

13/07/2009

«En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1º de abril de 1939, año de la victoria. El Generalísimo. Fdo. Francisco Franco Bahamonde.»

El último parte de la guerra civil, firmado por el general golpista, no anunciaba la paz sino la victoria. Ni Franco ni la jerarquía católica, que bendijo con el nombre de Cruzada la rebelión militar apoyada por Hítler yMussolini, fueron capaces de apostar por la reconciliación. Los vencedores no se conformaron con ganar la guerra, quisieron también exterminar al vencido, borrar su memoria, que no quedara ni rastro de él, como si nunca hubiera existido.

En 1940, el dictador puso en marcha un proceso para investigar y dignificar a las víctimas de la guerra, pero sólo las del llamado “terror rojo”. En palabras de sus promotores, la denominada Causa General tenía: «…la honrosa y delicada misión de fijar, mediante un proceso informativo fiel y veraz -para conocimiento de los Poderes Públicos y en interés de la Historia-, el sentido, alcance ymanifestaciones más destacadas de la actividad criminal de las fuerzas subversivas que en 1936 atentaron abiertamente contra la existencia y los valores esenciales de la Patria, salvada en último extremo, y providencialmente, por el Movimiento Liberador». Con este objetivo, el régimen exhumó los cuerpos, rindió homenaje y enterró dignamente a sus mártires caídos por Dios y por la patria, decía la propaganda franquista. Las heridas de los vencedores quedaban cerradas. Por el contrario, dejó tiradas como perros, en fosas comunes y cunetas, a más de 140.000 personas, por haberse opuesto a la sublevación militar, es decir, por haber defendido la legalidad democrática y constitucional de la República. Setenta años después, sólo pedimos un poco de decencia y humanidad para poner fin a este agravio. Queremos para nuestros abuelos el entierro digno que les negó la dictadura.

Es más, el régimen no se conformó con fusilar a los disidentes, también tomó represalias contra las familias de los desaparecidos a las que confiscaban los bienes para repartirlos como botín de guerra, humillaban en público y hacían la vida imposible.Mientras las «familias de los rojos» sufrían persecución, Jaime Mayor Oreja, eurodiputado del Partido Popular, confiesa que durante la dictadura vivió «una situación de extraordinaria placidez».

Y José Torrente, también nos sorprende con declaraciones impropias de un demócrata que dice ser víctima de la Guerra Civil. El diputado provincial del PP considera absurdo y extravagante investigar la brutal represión de la dictadura, pretende convertir la Ley de Amnistía del 77 en una Ley de Punto Final y se atreve a decir que hay cosas más importantes, que hacer justicia a 140.353 personas asesinadas por el régimen. ¿Puede haber algo más importante que honrar la memoria de nuestros padres y abuelos, que dieron la vida por la libertad y la democracia? Le recuerdo que Amnistía Internacional y el Comité de Derechos Humanos de la ONU consideran nula la ley de amnistía por ser preconstitucional y han pedido al gobierno español que investigue los crímenes contra la humanidad cometidos por el franquismo.

Sería ruin y mezquino negar a las victimas de los vencidos, lo que la dictadura otorgó a las víctimas de los encedores: el derecho a recuperar los restos de sus seres queridos, rendirles homenaje y darles la sepultura digna que todo ser humano se merece. Es lo que está haciendo la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, que acaba de recuperar los restos de 18 milicianos republicanos fusilados por los franquistas y arrojados a una fosa de Melegís, en el Valle de Lecrín. Soldados que, setenta años después, tendrán un entierro oficial con todos los honores. Es la única forma de que las víctimas del franquismo cierren también sus heridas. Sólo así dejaremos de hablar de vencedores y vencidos, y será posible la reconciliación.